Agencia de comunicación

Desde montar una banda de pop en mi adolescencia (siglo pasado) hasta crear mi propia agencia de matchmaking (año 2018), mi curriculum vitae se ha ido enriqueciendo gracias a las vueltas que da la vida. Después de trece años escribiendo reportajes, realizando entrevistas, corrigiendo textos y liderando algún que otro proyecto/equipo de redacción en la editorial Hachette Filipacchi, llegó la crisis: tocó reinvención.

Monté una librería infantil, a lo loco; era uno de mis sueños. La cerré a los seis meses. Empecé a trabajar en una fundación sin ánimo de lucro llevando la comunicación y las relaciones institucionales. Dos años después me ficharon en Jara y Sedal, una conocida revista de caza –no me preguntéis por qué–, actividad que combinaba con mi recién estrenado trabajo en Keepunto, una startup de educación financiera para adolescentes y que nació antes de tiempo y en el país equivocado –qué se le va a hacer–. Tocó reinvención.

Tras un año en Vivocom, una productora de televisión corporativa, formé parte de Delacruz Café, una agencia de comunicación enfocada al mundo de la cultura en la que aprendí sobre marca personal, creación de contenidos y storytelling.

Desde entonces hasta ahora, vivo en crecimiento continuo y me he dado cuenta de que esto de reinventarme no se me da del todo mal. Es más, de hecho, me ha ayudado a crear mi propio storytelling.

Me encanta ser renacentista y ofrecer todos mis conocimientos en comunicación, contenidos, marca personal y storytelling a mis clientes.